No lo dice Silvano, pá que no empiecen a joder desde ahorita: el mismo día que en sus dichosas Mañaneras, el Pejexito presumía el éxito de su estrategia de bienestar en Aguililla, medios de comunicación daban cuenta de la cruda realidad que prevalece en ese rincón michoacano: no hay mesa de pacificación, “incumple federación apoyos en Aguililla”.
Frente al fogón que encendió en el pequeño jardín -que porque los frijoles saben diferentes que si se cocinan en la estufa-, mi Lupe no duda en jurar tan a su modo que Aguililla, es el peor fracaso presidencial de los muchos que lleva anotados Andrés Manuel López Obrador. La soberbia del presidente, lo está consumiendo, afirma sabionda la extintora de plagas caseras y mucama preferida de mis hijos.
Y sí, el Modelo de Seguridad de los “abrazos y no balazos” que impuso Andrés Manuel para justificar su ineficiencia e ineficacia, no sirve. Vale madris, pues.
Aguililla es, sin dudar, el ejemplo más claro del fracaso presidencial. Un fracaso que se extiende hacia toda la Tierra Caliente michoacana, donde el hampa rompe hogares y es una fábrica implacable de viudas, viudos y huérfanos; de familias rotas por la delincuencia organizada.
Mi Lupe dice con toda honestidad que no cree que en Palacio Nacional sean tan tontis como para no darse cuenta que los hechos que se vienen registrando en Aguililla y en otros puntos de la Tierra Caliente de Michoacán, no tienen como origen una causa social, como insiste el presidente.
El problema en Aguililla y en varios otros puntos del país donde el narco se ha instalado con toda su fuerza, es de seguridad.
Por eso los habitantes rompieron este miércoles el diálogo. Porque ya están cansados de que la federación se la pase dándoles atole con el dedo. No quieren, y lo dijeron muy claramente, que el Pejexito les instale un Banco y les lleve becas.
Los michoacanos no quieren a los militares y a la Guardia Nacional atrincherados en sus cuarteles.
Tampoco necesitan una Mesa de Diálogo donde sólo se habla de pobreza y necesidades, Nadie, repito, nadie mejor que ellos para saber lo que necesitan, lo que quieren y demanda y eso se circunscribe a una sola demanda, una que engloba todo: libertad.
La pandemia por COVID nos ha mandado al confinamiento obligado, pero el hampa organizada les está obligando a ellos a vivir entre sobresaltos, en la miseria, en la tristeza, en el luto casi permanente, porque si no matan a uno, asesinan al otro. Porque han golpeado tanto a su espíritu, porque la desesperanza y la desesperación los consume, porque no hay ley ni paz, ni seguridad ni respeto.
La situación que prevalece en Aguililla obliga ya a la intervención del Gobierno federal, porque el delito que se persigue es del orden federal. Aquí no es quién tiene o no la razón, es la aplicación inmediata del Estado de Derecho.
Con los “abrazos y no balazos” el Gobierno Federal pierde el tiempo y con ello, se pierden vidas en Michoacán y así se lo han hecho saber los vecinos de aquella región tan salvamente golpeada por el hampa organizada.
Michoacán, señor pejexito presidente, demanda que las fuerzas federales actúen; Michoacán requiere de la decisión federal, no del chisme barato que trae pretendiendo defenderse, inútilmente, de los obvios señalamientos, porque en el fondo sabe que es verdad, porque prefiere salir con su “quién es quién”, con sus “abrazos y no balazos”, con el “no te recibo porque no quiero politizar” y deja en el sótano la prioridad: la vida y tranquilidad de la población.
En Michoacán, en Aguililla, ciertamente, las fuerzas federales no están ausentes, pero están amarradas de manos y con sellos de silencio en la boca. Los abrazos y el capricho presidencial no salvan vidas, la decisión firme, sí. ¿Alguien que se lo explique al presidente?