Faltan horas para que Morelia se libere del peor, peor, peor gobierno municipal que jamás haya tenido en su historia. Ni el brevísimo interinato de Salvador Abud Mirabent ni el gris trienio de Salvador Galván Infante, fueron tan malos. Bueno, ni siquiera el de Samuel Maldonado que defraudó millones con el Dromundo, fue tan malo. Faltan horas y parecen, neta, una eternidad.
La mier-colanza que hicieron Raúl Morón Orozco y Humberto Arroniz Reyes, convirtió a la administración municipal en un dolor de cabeza no sólo para los trabajadores del ayuntamiento capitalino, sino para la población en general.
Nunca Morelia fue presa política de esta magnitud. Nunca la ciudad de la cantera rosa lloró tanto por el abandono, la corrupción y los malos funcionarios. No hay un solo nombre que se salve, ni siquiera los regidores que impulsó en su momento Alfonso Martínez Alcázar para que le cuidaran la salida.
La mediocridad ha sido el otro sello del gobierno municipal que, en el colmo del descaro, ahora acusó que lo hackearon y que no tiene información vital de tres meses, porque se la “secuestraron” y le piden un fuerte pago. Ridículos. Neta. Más no pueden irrespetar a Morelia.
Ese es apenas el primer lienzo de lo que Alfonso Martínez Alcázar, alias el werito zayayín, tomará con el primer día de septiembre: una Morelia más fregada que el municipio más pobre de Michoacán, sin dinero, llena de baches, con más de 50 obras abandonadas, con un pésimo manejo administrativo, con camionetas escurriendo malta y apestando a levadura.
Y es también, el empedrado que deberá empezar a alisar el exdiputado local y alcalde por segunda vez de la ciudad que lo vio nacer, con miras a lograr lo que siempre ha anhelado: gobernar Michoacán.
Faltan casi dos mil días para hablar de nuevo de elecciones estatales y Martínez Alcázar lo sabe, quiere ser gobernador de Michoacán y sabe que esa será su oportunidad; no la de hace meses, cuando el alud de candidatos le hacía más difícil la carrera al solio de Ocampo y cuando, inteligentemente, se hizo a un lado, amarró el municipio y se esperó.
Lo que el werito no esperaba era la miercolanza que va a recibir. Ni siquiera se imaginó cuán grande sería esa porquería y cómo eso le puede representar su primer gran reto de cara a sus pretensiones políticas personales.
Si Alfonso Martínez quiere ser gobernador de Michoacán dentro de seis años (que parece mucho pero no lo es), debe hacer un alto y evaluar bien lo que va a hacer y con quién quiere llegar.
Lo primero que debe dejar de hacer el werito ojitos pispiretos, es afirmar que sin las alianzas que hizo, hubiera ganado el pasado 6 de junio. Sí, seguramente habría resultado victorioso, pero no con esa soltura que le regaló el voto útil de los perredistas ni la desesperada movilización de los azules, sus excompitas, a quienes está pagando caro el favor y si no me cree, échele un ojo a su gabinete.
Y debe asegurarse también de no repetir los errores que le causaron muchos puntos al cierre de su primer gobierno, cuando varios de sus cercanos le jugaron chueco; cuando líderes sindicales intentaron desquitarse y cuando otros, al momento de constatar su derrota, corrieron a alzarle la mano a Morón. Si ya traicionaron una vez, la segunda es gratis.
Poncho está además obligado a transparentar todo, lo que se dice todo y no sólo lo que él haga, sino también lo que hicieron las ratitas que están a punto de abandonar el barco, porque si no lo hace, pos nomás no rompe la cadena de complicidades y ahí si, vale maus.
Martínez Alcázar Debe De Debe, meter el acelerador desde el primer minuto sobre todo en temas de finanzas y auditoria y ahora sí -y no como prometió en su primer mandato que no cumplió, por cierto-, iniciar procedimientos para inhabilitar a todos los ojetes que ya se apuntaron con el pobre Bedolla.
Para enfrentar tamaño reto, el Ponchito debe dejarle en claro a su ganado que el patrón es él y que quien va a repartir responsabilidades, es él, no los compadres, los amigos, los amigos de los amigos y los soplafrentes (pa no decir soplanucas).
Todos esos que ya distribuyeron cada espacio laboral de confianza del ayuntamiento; esos que más tardaron en llegar que en soltar chismes, hablando mal de cualquier otro que les represente una amenaza. No Ponchito, a esos no los escuches, ni siquiera los peles. No te van a ayudar, sólo generarán problemas, conflictos y, al rato, pasará lo que sucedió con Antonio Plaza y su exvocera.
Alfonso Martínez ocupa gente de confianza, que le chingue y que le sepa, que no le dé miedo salir a triunfar, aunque eso represente enlodarse los zapatos, empezar el día con los primeros rayos del sol y dormir apenas unas horas.
El werito zayayín ya no está para los vedetitos que brincan cual chapulines en cada jornada electoral y debe ser fuerte e inteligente y muy hábil y muy sincero y muy exigente, porque se juega no solo su futuro, sino el de Morelia. Hoy, vuelve por sus fueros, le han permitido volver, mi Lupe desea que no lo desaproveche por el bien de mi chula Morelia.